Reflexiones sobre la Covid y la gestión ESG.

Con Farid Baddache, CEO & Cofundador Ksapa

Farid Baddache

Ksapa

CEO & Cofundador

Ksapa es una organización internacional estratégica, sin ánimo de lucro, focalizada en sostenibilidad, especialmente en mediciones de impacto, efectos en el desarrollo y empleo, tecnologías digitales, así como en los ámbitos de contabilidad, compliance y auditoría. Se ha convertido en una plataforma global de referencia para la promoción de la inclusión de los derechos humanos, el cambio climático y la economía circular en las decisiones de negocio e inversión.

Ksapa ha desarrollado una extensa red global de colaboradores de reconocido prestigio con presencia en Europa, África, Asia Pacífico, América del Norte y del Sur. Esto hace posible combinar actuaciones de consultoría de sostenibilidad, con soluciones de inversión de impacto y advocacy.

Han pasado 14 años desde que el Informe de Riesgos Globales del Foro Económico Mundial diese la voz de alarma sobre los riesgos asociados a una pandemia (2006, the Global Risks Report) y que el Covid los convirtiese en realidad. La materialización e impacto del riesgo ha sorprendido tanto a organizaciones públicas como privadas de cualquier país, sector y tamaño. 

  1. ¿Qué lecciones e implicaciones tendrá el Covid en la gestión de riesgos de estas entidades? 
    Estuve en Singapur en el año 2000 y viví en primera persona un episodio similar al del Covid: el NIPAH, más tarde fue el SARS. Por ello, los distintos países asiáticos han aprendido a tomarse en serio estos eventos y a gestionarlos como riesgos de gran importancia. En 1975, Brasil fue capaz de organizar la vacunación de 80 millones de personas en respuesta a una dramática epidemia de meningitis meningocócica. Los tiempos son diferentes, pero con voluntad política y coaliciones proactivas de los diferentes actores económicos, estos ejemplos muestran que es totalmente posible gestionar el riesgo de pandemia.

    Por lo tanto, los riesgos señalados en el informe no son nuevos y, de hecho, son en gran medida manejables por anticipado. En este caso, la espiral de contagios por Covid se ha visto agravada por una espiral negativa provocada por la deficiente gestión internacional a nivel global que conocemos:
    1. Los riesgos han sido subestimados por los responsables económicos y políticos. Se han limitado a una consideración proporcional a su ocurrencia (baja), en lugar de basarse en un examen de los impactos de estos riesgos (potencialmente altos).
    2. La prevención de riesgos se ha teñido de ideología liberal. Los riesgos extrafinancieros no se reducen necesariamente a un cálculo de tipo contable. Diferentes sistemas sanitarios   de Europa han confiado en los hospitales para organizar las reservas de mascarillas, al tiempo que han estado presionándolos para que reduzcan los costes. Esto ha fomentado la focalización en la gestión de lo urgente y a corto plazo, perdiendo así de vista lo que es igualmente importante a más largo plazo.
    3. La gestión de los riesgos sanitarios ha estado marcada por una desestructuración colectiva. Europa, por ejemplo, en lugar de explorar soluciones conjuntas ha entrado en pánico y todos han jugado solos durante mucho tiempo con efectos negativos. Las empresas, en lugar de explorar soluciones compartidas (por territorio, sector, etc.) han trabajado solas. 
    4. La creciente desconfianza y el auge del populismo terminaron por radicalizar a poblaciones que ya eran víctimas de fuertes divisiones sociales e identitarias, haciendo más complejo y delicado el esfuerzo colectivo para gestionar la pandemia. Llevar o no la mascarilla se ha convertido en una forma de activismo político con independencia de lo que dice la ciencia. En este juego, los Estados Unidos tienen más muertes por Covid (¡más de 500.000!) que durante toda la Segunda Guerra Mundial.
  2. ¿Es posible mejorar tanto las previsiones de carácter estratégico como su incorporación a los planes de las compañías? 
    Es indudable que algunos riesgos merecen ser incorporados estratégicamente a las empresas. Habrá otras pandemias. El estrés hídrico, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad crearán incertidumbres. El terrorismo, las explosiones sociales y la ciberseguridad también presentan riesgos estratégicos para las empresas. Se pueden extraer 4 lecciones de la gestión del Covid:
    1. Centrarse en los riesgos con impactos potencialmente elevados, no en su ocurrencia. Fukushima fue una gran catástrofe industrial con una baja probabilidad de ocurrencia en un país organizado, capacitado y consciente de los riesgos como Japón.   
    2. Aprender a gestionar órdenes aparentemente contradictorias, haciendo convivir lo que es urgente y a corto plazo mientras trabaja en lo que es importante y a largo plazo. No es lo uno o lo otro. 
    3. Aclarar las responsabilidades de los agentes económicos y públicos en la gestión de riesgos -por territorio, por sector- para preparar y organizar las respuestas y la gestión colectiva.
    4. Respetar a la Ciencia, cuyas conclusiones no deben discutirse. Pero también respetar e incluir a los empleados, los ciudadanos y otras partes interesadas en el desarrollo de soluciones para mejorar su aceptabilidad en beneficio tanto individual como colectivo.

    En la Agenda de Davos, los líderes mundiales intercambiaron sus puntos de vista sobre cómo impulsar la economía post-pandémica, bajo el lema The Great Reset (el gran reinicio). En un año en el que se ha puesto de manifiesto cómo las desigualdades sociales han crecido en todos los niveles (económico, tecnológico, salud, racial o generacional).

  3. ¿Cómo se puede articular de forma ordenada ese Reset al tiempo que no se deja atrás a nadie ni al otro gran riesgo global al que nos enfrentamos, el cambio climático?
    En mi opinión, es precisamente la cuestión climática la que obliga a repensar todo y a estructurar la actividad económica compatible con una trayectoria “por debajo de los 2 grados” para 2030/2035. El cambio climático es ahora nuestro mayor imperativo colectivo.

    Por supuesto, esto implica transformaciones radicales que plantean otros problemas ambientales, sociales o digitales. Algunas soluciones climáticas generan problemas sobre el agua, la biodiversidad y la reciclabilidad de los residuos. Otras refuerzan las desigualdades y el acceso al empleo, por ejemplo, el sector de la movilidad está sufriendo enormes cambios territoriales y sistémicos en términos de creación y destrucción de puestos de trabajo. Algunos productos digitales agravan la crisis climática. El desarrollo de la tokenización virtual (bitcoin, blockchain…) es extremadamente intensivo en energía, …

    Bajo mi punto de vista, la articulación se produce en la planificación y gestión de los efectos negativos que surgen en el despliegue de las soluciones climáticas. Esto requiere tres cosas: 

    1. La escucha activa de la Ciencia como guía para que los programas estén a la altura de los desafíos climáticos de la década que viene. Lo que se hace hoy es insuficiente. Pero también tenemos que escuchar a las ciencias sociales y cómo nos ayudan a crear las condiciones para la aceptabilidad de las transformaciones.
    2. La claridad de un proyecto -a nivel de una empresa, un territorio, un sector- apoyado por un proceso de diálogo continuo e inclusivo para comprender y gestionar la resistencia.
    3. La activación de las herramientas y mecanismos disponibles, que son problemas o soluciones según se utilicen. La revolución digital está en marcha. Por ejemplo, actualmente hay una importante disponibilidad de recursos financieros que, en un proceso de transición energética con un fuerte componente social, hace posible la articulación para la recuperación.
  4. ¿Qué factores deben tener en cuenta las empresas para cumplir con las altas expectativas que la sociedad les está trasladando en este Reset o recuperación?
    Las empresas tienen una triple responsabilidad:
    1. Desde ya deben evaluar seriamente si son parte de la solución o del problema ante el cambio climático. Esta rigurosa evaluación debe ser la piedra angular de su transformación interna, impulsada por la comprensión de los factores clave para su supervivencia financiera y económica y su aceptabilidad social en los próximos años.
    2. Sobre esta base, es necesario dialogar y formar a sus partes interesadas -clientes, reguladores, proveedores, etc.- para ir más adelante e identificar soluciones concretas y sin ambages allí donde aparezcan problemas.
    3. Por último, tienen que embarcarse en un plan de transformación ambicioso y completo, gestionar las expectativas de sus grupos de interés, demostrándoles no sólo cómo han progresado hasta la fecha (presentación de resultados), sino cómo creen que avanzan firmes por el camino de la transformación para alcanzar los objetivos futuros (visión de futuro). En cuanto a la cuestión climática, a un inversor o cliente ya no le interesa únicamente saber que una empresa ha reducido el 40% de emisiones. Estas partes interesadas quieren ahora estar seguras y entender cómo la empresa se convertirá en carbón neutral para 2030+, por ejemplo.

    Como se puso de manifiesto en las discusiones de Davos, para lograr el Great Reset, es clave la alineación entre la actuación de las empresas y la movilización de capital. Sin embargo, las empresas, bancos e inversores se enfrentan al dilema de tener que elegir entre una multitud de estándares diferentes para medir y gestionar su progreso en materia de sostenibilidad.

  5. ¿Cómo navegar entre tanto estándar ESG sin perder coherencia ni la confianza de los Grupos de Interés?
    Las estrategias ESG son ciertamente muy diversas. Algunos gestores querrán cumplir con los principios básicos de integridad. Otros pueden reclamar el posicionamiento en materia de derechos humanos sin aportar indicadores que lo demuestren. Otros, sin embargo, pueden considerar que sus fondos ESG se alinean con el Acuerdo de París. Sin embargo, se puede dar el caso de que un buen número de líneas vayan claramente en contra de la trayectoria de calentamiento global de 1,5 grados. En este caso, los gestores tienen cada vez más apuros para defender su actuación.

    Puede que sólo haya una certeza en lo que respecta a la comparabilidad de los fondos ESG. Es ésta: el compromiso fiduciario de los inversores institucionales es salvaguardar los intereses financieros de sus beneficiarios. Tienen las herramientas (es decir, las decisiones de asignación de capital) para apoyar la integridad y la estabilidad de todo el sistema financiero. Pueden recompensar las conductas responsables e incidir positivamente en los problemas mundiales, cumpliendo en última instancia con su mandato. Por tanto, cuanto más demuestren los fondos que cumplen las metas ESG sin comprometer su potencial financiero, mayor será su rendimiento. Sólo entonces podrán generar una sólida rentabilidad financiera al tiempo que cumplen con sus criterios ESG. A partir de ahí, los inversores harían bien en empezar a planificar cómo ampliar los fondos ESG en su cartera.

  6. ¿Es factible, a corto plazo, la convergencia entre los principales estándares privados de ESG y facilitar así la comparabilidad y la coherencia de los informes y divulgaciones de ESG de las empresas de todo el mundo? ¿Qué rol juega la iniciativa de métricas ESG del Foro de Davos?
    La información no financiera de las empresas ha evolucionado considerablemente en los últimos años. Una serie de instrumentos voluntarios de información, como el GRI, el SASB/IIRC, el CDP, el TCFD y el CDSB, ayudan ahora a las empresas a divulgar datos ESG más relevantes y completos. Precisamente el año pasado se desarrollaron varias iniciativas con el fin de armonizar la información medioambiental, social y de gobernanza de las empresas. De forma significativa, la Comisión Europea pretende ahora modificar la Directiva sobre la información no financiera de las empresas (NFRD) para racionalizar la información de forma más fiable y comparable. El Foro de Davos desarrolló igualmente una norma,  basada en indicadores de los marcos existentes, organizados en torno a 4 pilares: gobernanza, personas, planeta y prosperidad. Por último, en octubre de 2020, la Fundación IFRS (que alberga el Consejo de Normas Internacionales de Contabilidad) emitió una consulta sobre una propuesta para crear un consejo de normas de sostenibilidad.  Al mismo tiempo, un grupo de 33 inversores institucionales, que representan un total de 5,1 trillones de dólares de capital, se comprometieron a cambiar sus carteras de inversión para que las emisiones de gases de efecto invernadero sean nulas en 2050.

    Esto se está moviendo rápidamente, y sí se está produciendo una mayor convergencia. En última instancia, desde el punto de vista de la ESG, corresponde a los inversores decidir qué norma apoya una decisión de inversión sólida para cumplir los objetivos y criterios ESG sin comprometer su potencial financiero.

“Es indudable que algunos riesgos merecen ser incorporados estratégicamente a las empresas. Habrá otras pandemias. El estrés hídrico, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad crearán incertidumbres.”

Farid Baddache

CEO & Cofundador

KSAPA